“Hoy quisiera hablar de una realidad muy hermosa de nuestra fe, que es la "comunión de los santos". ... es una de las verdades más consoladoras de nuestra fe, ya que nos recuerda que no estamos solos sino que hay comunión de vida entre todos los que pertenecen a Cristo. Una comunión nacida de la fe; de hecho, el término “santos” se refiere a aquellos que creen en el Señor Jesús y son incorporados a Él a la Iglesia a través del Bautismo. Por esto los primeros cristianos fueron llamados también "los santos" (cf. Hechos 9,13.32.41; Rom 8,27; 1 Cor 6,1).
(…) Existe un vínculo profundo e indisoluble entre quienes aún son peregrinos en este mundo -entre nosotros- y quienes han cruzado el umbral de la muerte para entrar en la eternidad. Todos los bautizados aquí abajo en la tierra, las almas del Purgatorio y todos los bienaventurados que ya están en el Cielo forman una gran Familia. Esta comunión entre la tierra y el cielo se realiza especialmente en la oración intercesora".
AUDIENCIA GENERAL 30 de octubre de 2013
“La alegría evangelizadora brilla siempre sobre el fondo de la memoria agradecida: es una gracia que debemos pedir. Los Apóstoles nunca olvidaron el momento en que Jesús tocó sus corazones: "Eran como las cuatro de la tarde" (Jn 1,39). Junto a Jesús, la memoria nos hace tomar conciencia de una verdadera "multitud de testigos" (Heb 12,1). Entre ellos destacan algunas personas que han tenido un especial impacto para hacer florecer nuestra alegría creyente: "Acordaos de vuestros líderes, que os hablaron la palabra de Dios" (Heb 13,7). A veces se trata de personas sencillas y cercanas que nos iniciaron en la vida de fe: "Me acuerdo de tu fe sincera, la que también tuvieron tu abuela Loida y tu madre Eunice" (2 Tim 1,5). El creyente es fundamentalmente “aquel que recuerda””.
Evangelii Gaudium 13